Superado el trauma del "lindo gatito", continuaré relatando la etapa del aquel día.
En Bizkarreta-Gueredain almorcé, una vez superado el Alto de Mezkiriz cuya subida no entrañó excesivas dificultades. Bien al contrario, el paisaje y las vistas que se tenían tanto en la subida como en la posterior bajada, lo hicieron muy ameno.
Cuando continué andando, pude comprobar que el paisaje cambiaba un tanto. Los tupidos bosques daban paso a zonas de prados donde el ganado pastaba. Mayormente caballos y vacas. Y también empezaba uno de los elementos mas curiosos del Camino por Navarra... los portillos. Al ser una zona de pastos y de trasiego de ganado, cada cierto tiempo, normalmente cada 3 o 4 Kms. el sendero por el que transitábamos quedaba cerrado por una pequeña puerta, que el caminante debía abrir y posteriormente dejar cerrada. La utilidad de estos portillos era, lógicamente, evitar que vacas y caballos se escaparan y se alejaran sin control. Fui testigo de como uno de aquellos caballos, en un arranque de pasotismo, y sin hacer el menos caso de su pastor que blasfemaba tras él, casi echando espumarrajos por la boca, emprendió un paseo al galope por el sendero, totalmente a su aire. Pasó a mi lado justo en el preciso momento en que yo adelantaba a una vaca junto su ternerillo. La velocidad incontrolada que llevaba el caballo, desbocado y feliz de joder al pastor, me hizo trastabillear y verme empujado sobre el ternero. La vaca, algo enfadada me miro con cara de pocos amigos.
El Camino de Santiago no entraña el más mínimo peligro. Salvo casos aislados como este, en que me encontré seriamente comprometido, por pura casualidad.
Unos momentos después, el caballo que había llegado hasta el siguiente portillo, ante la imposibilidad de continuar su correría, volvía para reagruparse con sus compañeros en el prado, esquivando las piedras que le lanzaba el gañán que los vigilaba hecho una furia.
En Lintzoain, (de los de un solo nombre) junto al frontón del pueblo, empezaba el ascenso al Alto de Erro. En un recodo del sendero, apenas cuando empezaba a empinarse la cosa, me topé de nuevo con el matrimonio y su nuevo acompañante. Aquello debía significar algo. El destino me estaba poniendo una y otra vez a aquellas personas en mi camino, en apenas cuatro horas. Con lo que decidí que no iba a esperar dos días como el año anterior para formar mi grupito de amigos. Empecé la subida con ellos entablando primeramente una conversación intrascendente, y pronto realizamos las presentaciones de rigor. El matrimonio era de San Sebastian, sus nombres, Javier y Esperanza. El otro personaje, Miguel, de la Algüeña un pueblo del interior de Valencia.
El Alto de Erro me pareció un poco mas exigente que el puerto anterior, pero igualmente y por la belleza que lo rodeaba, lo subimos sin apenas darnos cuenta. Cuando alcanzamos la cima nos encontramos con una especie de monolito, realizado con piedras que los caminantes iban dejando, y una placa en honor a un peregrino japonés fallecido allí mismo, años atrás. Unos metros mas adelante nos topamos con un personaje, al que volveríamos a encontrarnos días después, llamado Narciso. El tal Narciso, una especie de hippie antisistema, era de Gijón. El tipo había extendido su saco de dormir en un claro del bosque desde el que se dominaba todo el valle del Erro. Todas sus cosas desperdigadas por ahí, hornillo, latas de conservas,... con claros signos de que pensaba quedarse a pasar el día (y la noche) en aquel punto del Camino, a kilómetros de cualquier pueblo o albergue, pero eso sí, desde un punto del Camino con una vistas excepcionales. De hecho, los vascos recordaban haberlo visto en Roncesvalles, acampado bajo unos arboles, despreciando los confortables albergues y los 146 litros de lluvia que habían caido durante la noche. Un valiente, o simplemente un gilipollas pero consecuente con sus ideas anticapitalistas y anticonsumistas.
Tras hablar un rato con él, nos despedimos e iniciamos la bajada hacía Agorreta y luego Zubiri, pueblo que sería nuestro final de etapa tras 23 Kms.
Durante la bajada fuimos hablando unos con otros y empezando a conocernos, al menos en lo mas básico. Esperanza que subía muy bien las cuestas, en la bajadas sufría de sus rodillas e iba retrasando algo la marcha, de manera que llegábamos a Zubiri pasadas las 3 de la tarde. Cansados por el continuo tobogán, de subidas y bajadas, que era el camino por Navarra, y que por cierto continuaría durante todos los días que siguieron, pero al mismo tiempo con una sensación de haber recorrido una de las etapas mas bonitas de los 790 Kms. del Camino de Santiago por territorio español.
domingo, 30 de diciembre de 2007
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