martes, 15 de abril de 2008

Tarde en Ages

Mercedes, la joven y simpática hospitalera catalana que atendía El Pajar, nos tomó las credenciales para sellarlas mientras nos explicaba las costumbres del lugar y los precios de hospedaje, comida, cena con paella valenciana, desayuno para el día siguiente y utilización de la única lavadora y secadora que funcionaban. El Pajar era un albergue de dos plantas bastante nuevo, donde predominaba la madera de pino del país, baños muy limpios y amplios, habitaciones pequeñas pero funcionales, con taquillas para guardar las cosas y sabanas limpias todos los días. De buscarle alguna pega solo diría que, cocina y comedor, eran un tanto pequeños para tanta gente, máxime cuando el albergue vecino, Casa Domingo, aquellos días estaba cerrado por desinsectación y reformas. A la hora de la cena, todo el mundo hubo de trabajar trayendo tablones, caballetes y sillas, e idear un lugar donde colocarlos y poder cenar todos juntos. Pero en nuestro turno de la comida no tuvimos problemas, y aunque un tanto estrechos, Luis Angel, MªCarmen y un servidor, pudimos comernos unos buenos macarrones y unas chuletas de cerdo con pimientos en agradable conversación. Pero no todo iba a ser buen rollito. Junto a nosotros se encontraba José Luis, el onubense del millón de fotos, de los cantos gregorianos, el pozo sin fondos de sabiduría, o mas bien perogrulladas, y un intransigente de cuidado, ya que contándonos, mas bien "enseñándonos" en un alarde de su magisterio lo que era la romería del Rocio, ante un comentario que le hizo Luis Angel, nos salio por "peteneras", totalmente ofendido por la interrupción que un neofito hacía de su excelsa disertación. Fue un momento algo tirante, ya que Luis Angel no se arrugó, y con pocas palabras, pero bien dichas, puso al tipo aquel en su sitio y continuamos nuestra conversación como si los prejubilados de banca de Hueva no existieran.
Supongo que el pedante personaje no lo merece, pero pongo aqui su foto para la posteridad, y aprovecho la instantánea para enseñar, al mundo mundial, a Astrid, la alemana amiga de mis canarios, quienes llegaron sobre las cuatro y media de la tarde, en compañía también de aquel joven ponferradino que conocí en Najera y Santo Domingo. Por cierto que mas tarde aquel joven consiguió ir hasta Atapuerca, encontrar un cajero y por la noche devolverme el dinero que le había prestado para la comida de uno de aquellos días.
La tarde la dedicamos en hacer cola para lavar y secar nuestras ropas, con cierto mal episodio relacionado con las ropas de Jesus y Pedro, y la cara dura de unos jovenes alemanes que sacaron las ropas del matrimonio madrileño y mías antes de su total secado, lo que me produjo un nuevo cabreo del siete. Nada nuevo, ya que aquel año había cojido mas de uno, a diferencia de otros años en que había disfrutado de total paz y sosiego con mis anteriores compañeros.
Visitamos la Iglesia de Santa Eulalia, donde el onubense volvió a dar la nota abrazando desaforadamente y sin venir mucho a cuento a la anciana que cuidaba el lugar, y en general pasamos el tiempo hasta la Paella de la cena, charlando unos con otros y conociéndonos.
Uno de los personajes mas simpáticos que conocí aquella tarde fue a un peregrino mexicano con el hablé largo y tendido sobre coincidencias y cosas fuera de lo común que acontecen en el Camino. Antes de que apagaran las luces en nuestro cuarto, al despedirnos, quedamos en volver a vernos en la ruta algún otro año, pues ambos estabamos seguros que aquellas coincidencias volverían a juntarnos alguna otra vez... Dificil... casi imposible... mas un buen deseo que una posibilidad, pero al menos nos quedó ese extraño y bonito sentimiento de perdurable amistad adquirida en solo unos pocos momentos de conversación. Si lo vuelvo a encontrar... ya os lo haré saber.
! Ah, se me olvidaba ¡ La Paella valenciana, a pesar de estar hecha en la provincia de Burgos, por una castellana y una catalana... estaba de rechupete y muy lograda. Y diré mas. Un chaval de Onteniente (Valencia) que cenó a mi lado, era de la misma opinión, y a pesar de nuestras dudas iniciales, tuvimos que quitarnos el sombrero ante aquella cena. De la idoneidad de paella por la noche... no dijimos nada. Solo comimos y disfrutamos de una buena cena, un ambiente muy agradable y una muy grata estancia en Ages (a pesar de alemanes, canarios y onubenses resabiados)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenos días:

Es que menudo carácter tiene mi Luis Ángel!!!!!!!!

El onubense no puede ir por la vida dando lecciones magistrales a todo el mundo y por supuesto sin respetar las opiniones, aunque sean contrarias.

¡Momentazo Astrid!. Así comprenderán el por qué del interés de los canariones.

Efectivamente, después del trajín de la secadora con el alemán, la ropa no terminó de secarse del todo, pero siempre mejor que la de aquellos que la dejaron tendida al relente.

Besos

Anónimo dijo...

No se lo que podría contar el onubense sobre el Rocío, pero a mí, que soy andaluz tambíen, me parece solo una excursión llena te tipiquismos, que nada tiene que ver con una peregrinación seria, con gran tradución a nivel europeo y un paseo por la historia de España, del arte, geografía, gastronomía, en fin totalmente antropológica. Y recordar que el Camino de Santiago, no son solo los tramos españoles. Todo esto lo digo como presunto historiador y sin ninguna pasión religiosa, que no lo soy, pero son muchos los que tinen mi misma condición de hacer unas vacaciones-peregrinación, por deporte, aventura e interés cultural, aun a sabiendas de que el más posible inquilino de la tumba de Santiago, sería Prisciliano y eso con suerte.