Tras el parón de la Semana Santa, el sábado 28 de Abril por fin pudo celebrarse la postergada excursión. Mi hermana Isabel no me acompañaba debido a unas obras en su casa o algo así.
Por fin llegamos a Elda, y tras hacer alguna pequeña trampa para evitar el tener que cruzar toda la ciudad, el autobús nos dejó a la altura del Hospital, ya a las afueras.
Siempre da gusto aprovecharse de estas pequeñas trampillas cuando se tiene la ocasión. En el Camino Francés no se tiene la suerte de disponer de bus que pueda evitarte cruzar una población por sus aburridas calles o evitar un polígono industrial, a no ser que se disponga de un vehículo de apoyo... y entonces ya no hablamos de trampillas sino de un desacato tipificado en el "Código Criminal" del Camino, y del que toma nota el Apóstol para echárselo en cara al infractor el día que pase lista, allá en el cielo... "Tu, que hiciste todo el camino a pie... pase usted. Tu, que ibas con coche y parabas antes de llegar al pueblo y pillabas sitio en los albergues el primero... quedas condenado a realizar durante toda la eternidad el Camino, como alma en pena, sin tener sitio ni cama en los hospedajes, y en todo caso, a no tener agua caliente nunca en las duchas..." Vamos, algo así...
Nada mas empezar la etapa iniciamos la subida a la Serreta, una pequeña elevación del terreno rodeada de muchas vegetación y cantidad de pinos. Aquello fue como un bálsamo, ya que la ultima imagen que tenía del Sureste era aquel sendero polvoriento y desértico camino de Elda de la vez anterior, agravado por el paso por las naves industriales y el desagüe maloliente del Vinalopo. Me pegué a Berin y a su marido Alfonso, hermano de mi compañero de Hermandad y ahí fuimos caminando y charlando entre cantidad de florecillas silvestres y amapolas, cual Heidi por los Alpes, señal de que la primavera había venido.
Pronto tuvimos a la vista el Castillo de Sax en el horizonte, pero antes hubimos de vadear un pequeño arroyo del rio, haciendo especial atención al saltar las piedras que, al buen tun tun, estaban dispuestas para cruzar. Fue un momento divertido, y los mas timoratos se descalzaron para cruzar a pie por el agua. La mayoría de los veteranos esperaban y miraban expectantes el turno de Federico, nuestro Presidente, ya que el año anterior había resbalado en una de las piedras acabando, cuan largo era, que no es mucho, en el interior de la mas que sospechosa agua. Este año no hubo suerte, ya que no cayó, pero si que le ocurrió una nueva jaimitada al dejarse sobre una piedra uno de los dos walki-talkie de que disponía la asociación para comunicar cabeza y cola del pelotón. Tras varios kilómetros reparó en la perdida, volviendo atrás para una infructuosa búsqueda del aparato lo que ocasionó que no volviéramos a verlo en aquella excursión hasta pasada la hora de la comida.
Una simple parada durante la ruta, por ejemplo para hacer una foto, supone separarte irremisiblemente del grupo que sigue avanzando. Para de nuevo reintegrarte a él, se debe acelerar el ritmo o directamente correr, con el consiguiente cansancio. Tanto mi amiga Berin como yo, ambos muy aficionados a sacar fotos de todo bicho que se mueve, o amapola que se acuna con el viento, solemos andar casi siempre en cola del grupo por este motivo, ganándonos casi siempre también las regañínas de Tere que normalmente cubre como monitora la zona de cola. No ganamos para broncas... pero disponemos de las mejores fotos de las etapas. (entre ellas mas de un centenar de amapolas tomadas desde todos los ángulos y por partida doble)
Todas estas fotos me sirven a mi para ilustrar cada entrada que hago, ya que una vez presentadas al Concurso fotográfico nunca conseguimos ganar.
Pero ese es otro problema... la mala suerte, que siempre ha marcado mi carácter. De modo que si hubiera un concurso de tontos... yo quedaría en segundo lugar... por tonto ¡¡¡.
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