jueves, 8 de mayo de 2008

Hora del regreso y pa casa

4-1 y fiestón en el Bernabeu. Ya se veía venir... Deco y E'too lo vieron claro en la bolita esa que rueda sobre el césped. No es de cristal... pero ellos lo vieron. Y ya se habían escaqueado con antelación suficiente (A Ronaldinho ni se le esperaba... ese, está en otras cosas) Esto va por barrios, y lo que hoy es celebración y alegrías, en unos meses puede resultar a la inversa. Pero hoy, que nos quiten lo bailao ¡¡
Y llegó la mañana del sábado 16 de Septiembre 2006, final de mis días de vacaciones, y de mi tramo por la Rioja y la provincia de Burgos. Lamentablemente, tocaba volver a casa. Me desperté con pesar, tomé la mochila, cuyo peso y engorro había olvidado ya, y salí a la calle. Para despedirme de Burgos, elegí la proximidad de la Catedral gótica donde desayuné y compré un bocata para el viaje. Enfilé hacia la pequeña estación de tren y a la hora prevista salía en un cercanías hacia Palencia, donde tras esperar dos horas debería tomar otro enlace hasta Alicante. El viaje en el cercanías fue rápido, y recuerdo que al salir de Burgos traté, sin éxito, de adivinar por donde discurría el Camino en su salida de la capital, o ver a algún peregrino rezagado iniciar su etapa del día.
En la estación de Palencia, durante las dos horas de espera, almorcé por dos veces, y compré un libro para matar el tiempo. Cuando pasadas las 12 llegaba mi tren Gijón-Alicante, aparecieron una pareja de peregrinos extranjeros en bicicleta, que debían buscar mi mismo enlace hacia Burgos. La particularidad era que al hombre, bastante mayor ya, le faltaba una pierna, y daba pedales mediante una especie de prótesis ortopédica. Me emocionó el pensar en las dificultades que debería pasar aquella pareja para poder cumplir con su peregrinación, pero la motivación seguro que podría con su handicap. También pensé una vez pasado el subidón de sentimentalismos, y con cierta dosis de humor negro, que la parte positiva estaría en las ampollas... solo podrían salirle en un pie.
8 horas mas tarde llegaba a Alicante, donde me esperaba MªDolores, y una vez en casa abrimos los regalos que traía. La cara de alegría de Alvaro al ver lo que le correspondía a él, es de las cosas mas bonitas que uno se encuentra al regreso. Y el volver a estar con los mios... y el final de la separación con MD a la que siempre echo de menos... y el querer relatar atropelladamente todo lo bueno (y lo malo) acontecidos en esos pocos días en pocos minutos... todo eso forma parte también parte muy importante del periplo.
Estando allí, de nuevo con mi gente mas querida, nos acordamos de mi hermana Isabel que debía estar por las cercanías de Roncesvalles. La llamé y resultó que aquella mañana al llegar a Pamplona una lluvia torrencial la estaba esperando. Que tras hacer una corta visita a la Colegiata había iniciado su marcha, en medio de una cortina de agua que debido al barro había hecho imposible su avance, con lo que se había quedado en un hotelito de Burguete, a solo cuatro Kms. de Roncesvalles. Me acordé de mi año anterior, y de que la vispera de mi llegada habían caído 145 litros por metro cuadrado por aquella zona, y que los peregrinos contaban lo dantesco que les había resultado aquella situación.
A pesar del contratiempo, y de los malos momentos pasado durante la marcha, se encontraba encantada por los paisajes por los que había transitado. Lo peor aún estaba por llegar. Al día siguiente, la climatología empeoró, y mi hermana, sola y sin compañía, patinando las mas de las veces y cayendo en el barro en otras, arrastrando en sus botas kilos de barro... consiguió finalmente, cerca de las cuatro de la tarde, llegar hasta el Puente de la Rabia en Zubiri, donde se hinchó a llorar desconsolada por la tremenda etapa soportada. Aquellos pucheros debieron ablandar el corazón del hospitalero del primer albergue, junto al puente, que le dio una cama que reservaba para casos extremos. Podía haber sido mucho peor y haber caído en el municipal, o incluso en el suelo del frontón como me sucediera a mi. Una vez duchada, cambiada y seca los compañeros la fueron animando y de esa manera conoció a Juan y Josep, un logroñés y un catalán, y a Izaskun, una donostiarra, de los que ya no se separó en todo el tramo hasta la capital riojana y con los que entabló una estrecha y magnifica amistad, que aún hoy perdura con ocasionales llamadas de teléfono. Sin embargo, Isabel no quedó enganchada al Camino, como le sucede a infinidad de gentes entre los que me debo incluir yo mismo. Tras proyectar nuevas salidas a la ruta para años sucesivos, eufórica a su regreso, e incluso acompañarme en varias etapas al Camino del Sureste, poco a poco fue perdiendo la ilusión, quedando aquellos días como una mera experiencia mas, pero no a repetir. ! Ella se lo pierde... ¡

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenos días:

Tengo mucho curro y no me puedo entretener, pero creo que el Barcelona metió un gol.

Besos