jueves, 22 de mayo de 2008

Hasta Elda

Si la subida y posterior bajada de La Mola había sido algo durilla pero bonita, lo que nos quedaba hasta Elda era la cruz de la moneda. Algo así como 10 Kms. caminando entre un paisaje agreste, feo y aburrido, sin ningún aliciente. Salvo por el momento en que pasamos bajo las faraónicas obras del AVE. Un tramo suspendido a gran altura por donde deberá pasar el tren en su día, a modo de altísimo viaducto de acero y hormigón. Los trabajadores nos miraban desde sus enormes y complejos encofrados, mitad envidiosos de nuestro día de ocio, mitad extrañados de la ocurrencia de ir a pasear por semejante terreno. El que mas y el que menos debió de pensar que estábamos rematadamente locos por aventurarnos por aquellos pagos.
Porque de verdadero secarral podríamos calificar aquella parte del camino, plagado de torrenteras cuando atravesábamos alguna rambla, montones de escombros en la mayoría de las veces, y la poca vegetación que nos encontrábamos, normalmente arbustos y cañas, completamente cubiertos de un polvo blanquecino producto del machaque a que tenían sometido al terreno los enormes camiones de las obras.

También debimos atravesar una zona habitual de entrenamiento de los amantes del moto-cross, ya que de cuando en cuando eramos rebasados por motos que con sus rugientes motores impedían que llegáramos a oírnos en nuestras conversaciones. Particularmente sangrante fue el acompañamiento de un chiquillo de unos 12 0 13 años que en una mini moto de trial, se entretuvo en pasarnos y volvernos a pasar una docena de veces, exasperándonos a todos, hasta que por fin cuando, tras dos fatigosas horas, alanzábamos las primeras naves del parque industrial de Elda, y el irritante chiquillo perdió interés por nosotros dedicándose a correr por las solitarias calles del polígono.

El que estuviéramos en el polígono no quería decir que todo estuviera hecho. Debía faltar al menos una hora larga para acabar en las calles de la ciudad zapatera. Tras bordear un desagüe del Vinalopo en el que el olor y el paisaje no eran muy recomendables, continuamos como rodeando la población por una senda que nos llevo hasta una especie de parque con unos pinos altos y frondosos donde pensamos, prematuramente, que sería el lugar elegido para la comida y un merecido descanso, pero nuestro guía achuchó a su tropa (es decir... a nosotros) y nos obligó, por contra, a aligerar el paso para cumplir no sé que horarios previstos.

Durante mi periplo por el Camino Francés, siempre he sido de la opinión, y así lo hago normalmente, de que andar durante hora u hora y media, debe recompensarse con un pequeño descanso de 5 o 10 minutos, o lo que se tarda en fumarse un cigarrillo. Si te encuentras además con un bar abierto entonces pueden ser hasta 15 los minutos de descanso al sumarse el cafetito. Este tiempo y esa parada, sin duda, hace perder un kilómetro de recorrido, pero una vez reiniciada la marcha el ritmo es superior al que se llevaba antes de la parada. Sin embargo Antonio Gomez, nuestro guía suele hacer las etapas como si de una maratón se tratara, sin ni siquiera un descanso. No cabe duda de que es un experimentado peregrino, con innumerables Caminos a su espalda, incluyendo tramos de rutas Jacobeas por el interior de Alemania de donde es originaria su simpática esposa Barbara, y que por lo general en sus programaciones de etapas no baja de los 35-40 Kms. diarios. Pero llevar a gentes entradas en años, a personas no muy acostumbradas a largas caminatas, caminantes de fin de semana al fin, conllevaría, a mi entender, una consideración distinta en cuanto a los ritmos y a los tiempos. Y sin embargo el grupo no protestaba y seguía a aquel hombre ciegamente y aceptando complacidos las enormes palizas. Por tanto, ¿quien era yo para cuestionar la metodología empleada, si esta iba bien?
Y por fin alcanzamos las primeras calles de Elda sobre las dos de la tarde, y el lugar en que debería recogernos el autobús. Hasta entonces cada cual buscó un lugar para comer, eligiendo nosotros dos, mi hermana y yo, un coqueto bar, una especie de pub de copas, donde entramos y tomamos una mesa cerca del televisor de pantalla ancha que daba las noticias.
Inmediatamente detrás nuestro entraron Tere con su marido Daniel, el hermano de Berin, la propia Berin con unas amigas, de nombre Encarna y Crecen, y aún mas, otro matrimonio compuesto por Finita y Valentin, sentándose todos ellos y juntando otras mesas a la nuestra.
Sacamos bocadillos, pedimos cocacolas y cervezas, empezaron a aparecer toda suerte de frutos secos, galletitas saladas, olivas y a la hora del postre pastelitos, tabletas de chocolate y no sé cuantas cosas mas.
Puede decirse que si bien al inicio del día no conocíamos a nadie, al finalizar la comida habíamos formado un nutrido y excelente grupo de amigos y compañeros de viaje. Este grupo, que con el tiempo se ha ido haciendo mas amplio con nuevos conocidos, es la base de las amistades con las que paso un sábado del mes, 5 o 6 veces al año, y por las que procuro no perderme ni una sola ocasión de reunirme con ellos y caminar. Pase lo que pase... y aunque el ritmo lo marque Antonio.

1 comentario:

Unknown dijo...

Mas que nadie los peregrinos sabeis del camino , de lo duro que se hace en ocasiones , y hay que seguir hay que terminar la etapa del dia llegar a la zona de descanso y cargar las pilas.
Es la vida misma , el camino , solo con cansancio no te paras ,hasta la herida en el pie que molesta y retrasa no llega a pararnos.ANIMO Y FUERZA A TODOS.