martes, 20 de mayo de 2008

Yecla-Montealegre

Ayer, Zafarrancho en el rancho... Mi jefe se levantó con ganas de trabajar y sin hacerse cargo de que yo tengo que mantener un blog diario en horas de oficina, ya de que no me gusta hacerlo en casa. Esta patronal, siempre tan insensible...
Finalmente el arroz queda fijado para el sábado 7 de Junio y en Playa San Juan. Hago un sacrificio ya que para ese día está programada una etapa del Sureste entre Montealegre y Petrola. Esta última población está en esas fechas en sus Fiestas Patronales en honor a San Bartolomé, y ese día suelen hacer concurso de arroces y paellas a las que estamos invitados (si, también en La Mancha le dan al arroz) de las que podéis tener documento gráfico en mi álbum de Picasa del Sureste en 2007.
A mis amigos del Sureste decirles que está en proceso el álbum de fotos del 2008 y que hoy haré lo imposible por tratar de acabarlo incluyendo las fotos del pasado sábado.
Y hoy haré una pequeña reseña de la, casi accidentada, etapa del pasado día, aunque a su debido tiempo, cuando cronológicamente lleguemos a esa fecha, me extenderé como la aventura merece.
Accidentada etapa, ya que a nuestra llegada a Yecla el autobús, siguiendo nuestras indicaciones, acabó atrapado en medio de unas obras, sin posibilidad de ir "ni palante ni patrás". Dicen que las ratas siempre abandonan el barco cuando este se hunde... y eso fue lo que hicimos, pues nos bajamos enseguida dejando a su suerte al conductor.
Y sin duda, suerte fue lo que debió tener, ya que a la salida del pueblo nos lo volvimos a encontrar, le hicimos parar, nos volvimos a subir para que nos dejara 3 o 4 kms mas adelante evitándonos caminar por la cuneta de una peligrosa carretera. De nuevo nos lucimos y lo hicimos meterse en medio de un enorme barrizal, pues había llovido por la zona (y por todas las zonas) aquella madrugada, para darnos cuenta de que aquel no era el lugar indicado. Vuelta a dar marcha atrás, y como no podía realizar el giro correctamente... de nuevo hacia Yecla con las consiguientes "coñas y bromas" del personal que el chofer aguantó estoicamente. Por fin giro correcto, y de nuevo para adelante hasta un nuevo punto donde decidir bajarnos. El chofer ya había aprendido, y esta vez nos paró en el arcén.
Con este trajín, empezamos realmente a andar sobre las 10,30. Lo curioso es que el chofer nos esperaba por la tarde para devolvernos de regreso a Alicante... yo en su lugar me hubiera vuelto a mi casa y hubiera dejado a aquel atajo de "graciosillos" a su suerte y que hubieran vuelto a dedo. (El caso es que yo fui uno de los mas irónicos con el pobre hombre y aquellas situaciones) Con todo esto, nos habíamos ahorrado cerca de una hora y varios kms, por lo que nos las prometíamos felices.
La marcha estuvo bien. El piso, aún mojado y blando, hacia facil el caminar salvo por algún que otro charco que debíamos rodear. Los paisajes limpios y nítido con el lavado de las lluvias. El tiempo, algo nuboso, mantenía la temperatura ideal para el paseo.
Lo malo vino después. Tras almorzar sobre las 12,30 en el Pulpillo, una pequeña aldea al borde del camino, y reiniciar la marcha pasada la una de la tarde, a los pocos metros nos empezó a chispear, para una vez abandonada la provincia de Murcia, y entrado en la de Albacete, caernos un aguacero que hizo que sacáramos, casi todos, los impermeables.
No duró mucho la tormenta, pero las continuas paradas para reagrupamiento, explicaciones de Juan Romero nuestro guía en esta ocasión, e incluso micciones en grupo (meadas, para que todo el mundo lo entienda) fueron ralentizando mucho la marcha.
Esta estaba marcada en unos 27 Kms. que descontando la trampilla que hicimos con el autobús, debieron quedarse finalmente en unos 22 o 23. Nada "del otro mundo", pero curiosamente llegamos finalmente a las inmediaciones de Montealegre... muy poco alegres. Mas bien cansados, agotados y hambrientos. Hacíamos entrada en la población, después de subir una larga cuesta que alguno había puesto allí, supongo que para dar verosimilitud y empaque al nombre del pueblo pero sin conseguirlo realmente. Prueba de todo ello, es la foto de grupo que nos hicimos, en la que el personal se ve apático y un tanto hastiado.
Otro paseo por las calles, hasta casi la otra punta, donde teníamos previsto el regreso, y cuando eran las cuatro y media de la tarde tomábamos por asalto el Hogar del Pensionista donde nos dispusimos a comer ante la incrédula mirada de los "eméritos y jubilados", muchos con la boina puesta, que jugaban al dominó, y de reojo miraban los pantalones cortos, mas bien las cachas, de nuestras peregrinas femeninas. Mucho se hablará de aquella tarde de aburrido sábado entre los "jubiletas" de Montealegre, pero quien la recordará con especial detalle será la dueña del bar, que con aquella inesperada avalancha de clientes llegará a final de mes holgadamente, e incluso pagará a tiempo la hipoteca del piso.
Una vez en Alicante, y tras unas mil paradas para que cada uno bajara en donde mas le convenía (sigo reafirmándome en que el chofer era algo tonto o masoca) llegábamos a Luceros pasadas las 7 de la tarde (lo nunca visto) y con una nueva alegría, ya que coincidimos con el autobús de los de senderismo, que bajaban todavía calados hasta los huesos, pues les había pillado una tormenta del once en medio del monte.
Como siempre en el Camino, cinco minutos después de un mal trago, este ya se ha olvidado, y solo quedan los buenos momentos vividos en las etapas. Nos mojamos un poco, llegamos rotos, pero nos reímos como siempre y disfrutamos como nunca. Así es el Camino, y el del Sureste no podía ser menos.

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