Cuando llegamos hasta aquella hacienda abandonada, los compañeros de la Asociación de La Roda nos esperaban, y "las fuerzas vivas" de la nuestra se fundieron en un abrazo con ellos. El resto de nuestra tropa, nos fuimos desperdigando buscando un lugar adecuado y con sombra para dar cuenta de los almuerzos. El paisaje desde aquel lugar era el típico de la zona manchega por la que transitábamos, terreno llano que se extendía hasta donde nos alcanzaba la vista, todo intensamente verde por los cereales, el cielo esplendidamente azul, sin asomo de nube alguna y, aquí y allá, algún árbol solitario que mas bien parecía una mancha oscura entre todos aquellos colores.
Cada uno fue sentándose a la sombra de la pared de la edificación, y pronto habíamos conseguido una extensa hilera de peregrinos con bocata, o tal vez unos bocatas con su peregrino correspondiente al principio del pan. A las horas del bocadillo las charlas decrecen. El que mas y el que menos solo piensa en alimentarse, y deja las charlas para cuando hay que volver a reemprender la marcha, y la costumbre, al menos es la mia, es observar el bocadillo vecino, que en muchas ocasiones resulta mas espectacular que el propio paisaje. Hay gente que lleva verdaderas exquisiteces, con variedades que pasan por el bacalao con pimientos, tortillas de alcachofas o habas tiernas cuando es la estación, y siempre me gusta ir comiendome mi jamón de york con queso y el pan aún congelado de la noche anterior, pero con la antena puesta, la mirada de reojo al almuerzo vecino y cierta envidia pintada en la cara.
Todavía no había acabado, cuando observé que la gente, primero uno, luego otro, para finalmente convertirse en una especie de procesión, las mujeres en grupo, acudía a la parte trasera de la casa, y caí en la cuenta de que se había montado allí un improvisado meodromo, y como Vicente, que suele ir a donde va la gente, yo también hice la visita al lugar cuando me tocó el turno.
Media hora después reiniciamos la marcha, esta vez guiados por los amigos de La Roda, por un sendero flanqueado cada ciertos metros por algun olivo centenario o un humilde algarrobo. La flora, sin embargo, no se limitaba a centeno y cebada, y en las cunetas veíamos y fotografiabamos unas especies de altos cardos borriqueros coronados con unas bonitas flores.
Mi hermana Isabel enfrascada en charlas con Finita, yo en la cola del pelotón y como siempre con Berín y Tere, fuimos desgranando los kilómetros entre foto y foto de amapolas, de las que llegamos a tener a centenares, intercaladas con algunas fotos del verde centeno.
Era ya mi tercera etapa, mi grupo de amistades estaba claramente definido, y tras las dos primeras, en que me mantuve comedido en cuanto a mis comentarios, ya me iba soltando y de vez en cuando dejaba caer alguna chorrada de las mias.
Con Berín había congeniado desde un principio debido a su cuñado, el hermano de Alfonso su marido, compañero mio de Hermandad. Eso había roto el hielo el primer día, y los siguientes nuestra común afición por la fotografía, y en concreto por las amapolas, habían hecho el resto. Una persona con la que se podía hablar de cualquier tema, en la seguridad de que obtenías cumplida y lucida replica. Comedida, aunque con fino sentido del humor y siempre dispuesta a unas risas. Una de sus ilusiones, aún no cumplida, es poder realizar aunque solo fuera un tramo, el Camino Francés, al que nunca ha ido todavía. De hecho, de aquel fallido proyecto del Puente de Mayo pasado, era de las mas firmes animadoras para su realización. Solo una indisposición física le impidió apuntarse y me aseguró que, en parte, se había alegrado de la anulación del viaje ya que así cabría la posibilidad de volverlo a realizar en otra ocasión en la que ella pudiera asistir.
Su cuñada Tere, esposa de Daniel, el hermano de Berin, es completamente distinta. La palabra que mejor la definiría sería la de "polvorilla" (en el mejor de los sentidos) Dicharachera, resuelta, emprendedora, y con ese punto de optimismo y cara dura que se necesita para afrontar la vida. Ella y Daniel, no solo han realizado el Francés, sino que también conocen la Vía de la Plata. Ambos son asiduos colaboradores de nuestra Asociación, así como de su revista En Camino en la que suelen editar algun escrito.
Pero ya tendré tiempo de comentar muchas mas cosas de mis dos amigas, así como del resto de mi grupo, o de los asiduos a estas etapas.
Hora y media después de duro caminar con el sol calentándonos de lo lindo, y desde el final de la larga fila que formabamos, pudimos comprobar como la cabeza se detenía, y la gente buscaba sombra en una pinada al borde del sendero para un pequeño descanso. No venía nada mal la parada, para recuperar fuerzas y poder acometer los ultimos kilómetros que debían faltar para llegar al destino, que aún ni se adivinaba.