martes, 17 de junio de 2008

Envidia del Camino Francés

Nos habían hablado mal del restaurante del Hostal Molina. Que si era algo cutre y sucio. Que si era algo caro. Con lo que ante esta perspectiva decidimos meternos en un pequeño bar que había al lado. Bien a mi pesar, ya que el hostal Molina me traía recuerdos de la época del baloncesto, y de una Fase de Sector Nacional en la que, a pesar de no acudir yo al evento, si lo hicieron varios de mis compañeros, entre ellos Rafa Gambin, y las anécdotas y batallitas que los años siguientes se fueron contando de aquel Sector, y de la estancia en aquel hostal, eran jugosisimas y crearon cierto halo épico entre nosotros.

El bar elegido finalmente, estaba regentado por un par de señoras que por su acento debían provenir de la Europa del Este. La clientela estaba constituida por gentes del lugar y por un numeroso grupo de rusos de dudoso aspecto a tenor de los tatuajes que llenaban los musculosos brazos de los hombres. Me dio por pensar que debían ser de una especie de Yakuza de la mafia soviética, y me limité a pedir sin muchos aspavientos dos coca colas ligtht y a tratar de pasar desapercibido. En nuestras mesas, que previamente habíamos juntado, nos dispusimos a comer los dos matrimonios formados por Tere y Daniel, y Finita y Valentin, y se completaba con Berin, Crecen, Pedro Romero, mi hermana y yo. Como siempre, y tras obtener permiso de las dueñas, sacamos los bocadillos y en una animada charla fuimos dando cuenta de ellos con verdaderas ansias, pues ya dije que traíamos hambre atrasada después de aquellos 22 Kms. y el calor que habíamos pasado nos hacía acompañar la comida con abundante bebida.
Mas tarde, fueron saliendo las tabletas de chocolate, los frutos secos y las variadas galletitas como siempre es habitual en nuestras excursiones. A ello había que unir el sempiterno carajillo de ron negrita quemado del matrimonio Sirvent, para que el gozo fuera total.

Pero un rato antes de la hora señalada para que el autobús nos recogiera de vuelta para Alicante, nos acercamos hasta la vecina pastelería La Moderna.

He de decir que a diferencia del Camino del Sureste, el Camino Francés brinda la oportunidad a todos los peregrinos de poder degustar y disfrutar, a lo largo de sus 790 Kms. de innumerables tipos de comida y variadas reposterías. Yo mismo he dejado constancia en este blog, y fue en su momento muy comentado, los excelentes Lechazos, la Olla Podrida, a los que habría que añadir los asados de carne de Pamplona, La tapas de la calle del Laurel de Logroño, La borraja riojana, la Morcilla de Burgos, la cecina y otras tapas del Barrio Húmedo de León, El Cocido Maragato, el pulpo de Melide y los mariscos de Santiago, incluidos los percebes. A todo esto hay que hacer mención de los Ahorcaditos de Santo Domingo, las Tejas de Estella, la Tarta de Santiago de Arzua, o las queimadas gallegas. Estos solo los que me vienen a la memoria en estos momentos, con la seguridad de que deben ser muchisimos mas.
Pero hete ahí que todo un Camino Francés, con sus mas de mil años de antiguedad y toda su tradición jacobea, con esa relación de maravillas culinarias que he hecho, sin duda quedándome corto, no tiene ni jamas podrá tener por mucho que se esfuercen, Los Miguelitos de La Roda. Dejo una prueba de ellos en la foto elegida para dar entrada al rollo de hoy, para envidia de propios y extraños al famoso tramo compostelano. Y que conste que la foto no hace honor suficiente a esas delicias manchegas, porque hay que probarlos y saborearlos recién sacados de la nevera, con su sabrosa crema, su esponjoso hojaldre y su azúcar glass por encima. Soy diabético, y además goloso, con lo que me constituyo en todo un experto para afirmar, sin temor a equivocarme, que estamos ente uno de los dulces mas sublimes que pastelero haya logrado jamas, y hablo también por pura experiencia, ya que a pesar de la maldita enfermedad, compré dos cajas de aquellas maravillas, y haciendo verdadera fuerza de voluntad no las abrí hasta encontrarme en casa junto a los mios. Pero una vez allí di buena cuenta de varios de ellos.
Con cada nueva etapa del Sureste, con principio o final en otras diferentes localidades, siempre he intentado hacer la gracia de preguntar: "¿Y en este pueblo habrá Miguelitos?". Pero aunque no se trata mas que de una gracieta, nada mas decirla me asaltan unas ganas enormes de volver a La Roda, aunque solo fuera por aprovisionarme con una nueva tanda de cajas de Miguelitos.
Sí. Los días siguientes a aquella excursión hube de andar mas de lo habitual con el fin de bajar los índices de glucemia que el festín de pasteles me produjo, pero a medida que andaba me iba diciendo... que me quiten lo bailao.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si ,si La Roda ,que buenos recuerdos de desenfrenos y de nuevos descubrimientos.
Bueno , animo a los que estan de examenes y gracias a Mª Carmen , que tiene un Bungalow , en mi Vivefeliz ,Gracias mil.
Sigue Peregrino que el sureste es menos rico que el frances , pero muy interesante tambien , aunque la fauna sea menos variopinta.