viernes, 13 de junio de 2008

Llegada a La Roda

Desde aquel punto, en que la mayoría se dejó caer bajo los pinos, se podía ya divisar La Roda en el horizonte, o mas concretamente la aguja de su iglesia, tal y como sucedía hace años, cuando no existía autovía a Madrid, y la carretera nacional era una sucesión de extensísimas rectas solo rotas por las cúpulas de la iglesia del siguiente pueblo, y una vez pasada la localidad, de nuevo aparecía una nueva aguja con un nuevo pueblo debajo. Sin embargo, a mi mas que buscar la sombra me llamó mucho mas la atención el Trasvase Tajo-Segura que pasaba justamente allí.
Aquella obra hídrica proyectada a finales del siglo XIX, pero finalmente llevada a cabo en los años 60-70 del pasado XX, tras el reciente Estatuto de Castilla La Mancha, había cerrado el grifo del agua para las provincias de Alicante y Murcia, quedando solo para puntuales trasvases de socorro de nuestra "pertinaz sequía" y el lema "Agua para todos" llevaba camino de convertirse en un triste recuerdo a tenor del hilillo de liquido elemento que llevaba en la actualidad. Sin embargo, ahí queda la foto con la flecha amarilla de nuestros Camino a Santiago.
Tras el corto descanso y el consiguiente agrupamiento, continuamos caminando con la iglesia en nuestro punto de mira, atravesando campos sembrados de lechugas y cebollas frescas, todas ellas creciendo en unas increíbles hileras equidistantes y de una trabajada simetría, con algún aspersor mal calibrado que nos mojaba a nuestro paso y sin duda nos refrescaba con su agua. La aproximación paulatina de los coches que circulaban por la autovía y que debía pasar muy cerca del pueblo también nos animaba y nos indicaba que los 22 Kms. de la etapa llegaban a su fin.
Antes de entrar en la ciudad manchega, aun tuvimos que pasar por una zona que en principio se nos antojó una granja abandonada, pero pronto el mugido de las vacas que nos habían oído al pasar, y sobre todo el pestilente aroma que lo impregnaba todo no solo nos sacaron del error sino que nos obligaron a acelerar el ritmo para huir de allí.
Finalmente y tras pasar por un paso elevado sobre la carretera llegamos a las primeras calles urbanizadas, y de nuevo agrupados todos fuimos adentrándonos por el casco urbano, pudiendo admirar edificaciones antiguas, concretamente del siglo XVIII, como la Casa del Comendador o la Posada del Sol.
Antonio Gomez, nuestro guía, nos aconsejó que siendo aún buena hora era imprescindible visitar la Iglesia del Salvador, una de las mas importantes de la provincia albaceteña, y hacía allí nos encaminamos admirando por el camino el Palacio de los Condes de Villaleal, en la esquina denominada del Alcañabate.
En el interior de la iglesia, profusión de fotografías como si fuéramos unos japoneses mas. La proximidad de la Semana Santa había dejado aún a la vista varios tronos procesionales en algunas de sus capillas, y en los bancos de la iglesia, una boda celebrada apenas unas horas antes había dejado en cada uno de ellos ramos de flores atados con cintas, lo que provocó que Tere, Berín, Finita y alguna mas de las mujeres, perpetraran el mayor expolio floral que había conocido y conocerá La Roda. Cada una, con su correspondiente ramo, salió ufana y contenta de allí, y en el exterior conseguimos unas esplendidas fotos de grupos, que bien pudieran parecer un reportaje fotográfico de unos esponsales o tal vez bodorrio, dada las pintas que traíamos.
De muy buen humor fuimos desandando el camino para dirigirnos esta vez hacia la calle principal, antigua carretera nacional que cruzaba el pueblo, y donde existen varios bares y restaurantes. El hambre ya nos producía retortijones en el estomago, y la sed de algo bien fresco que paliara el día de calor, nos hizo aligerar el paso.

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