lunes, 11 de febrero de 2008

Menos cachondeo

Detecto cierto cachondeito con La Amante del Camino.
La chica acabará cansándose de nuestros chistes y dejará de hacer comentarios. Yo lo haría.
Además, es mi mente calenturienta la que ha montado todo ese tinglado, y ella solo se ha visto inmersa en él por casualidad. Diría mas... el que quiera para si "amantes del camino"... que escriba su propio blog. Pensándolo bien no estaría del todo mal, y los poquitos que leen este, podrían conocer otro punto de vista, otras viviencias diferentes... incluso tal vez una otra forma de comer percebes. ¿Quién sabe?
La entrada de Cesar Borgia que, vuelta a leer me resultó larga e indigesta por lo que prometo no volver a hacerlo, es sin embargo la que ha tenido mas comentarios. Cuatro de golpe. Lo nunca visto. Estoy pensando escribir largo y tendido sobre Lucrecia Borgia. ! Es broma ¡.
Pero continuemos con el relato de mi camino... Acabábamos de salir de la iglesia y pisoteado una lápida con varios siglos de historia, cuando reparé en las compras de Esperanza, y temiéndome una nueva comida a base de bocadillos, como así resultó mas tarde, pensé en tomarme antes un aperitivo mas sustancioso. Me acompañó Rafa, que por fin había salido de su momentáneo trance. Elegimos un bar junto al ayuntamiento y nos comimos una rica ensaladilla rusa, servida por una despampanante camarera, y al almeriense se le ocurrió que bien podía quedarse unas horas mas admirando a la belleza local por lo que, acabado el rápido refrigerio, me dijo que se quedaba en Viana y que ya nos alcanzaría en Logroño. Con que allí se quedó intentando ligar.
El resto del grupo reiniciamos la marcha y fuimos saliendo del pueblo bajando por unas estrechas y bonitas calles que nos llevaron a una zona de huertas, y mas adelante a cruzar con algo de peligro una carretera Nacional.
Durante aproximadamente una hora anduvimos por una vía asfaltada hasta que llegamos a la ermita de la Virgen de las Cuevas, que era la patrona de Viana pero estaba cerrada a cal y canto.
Siguiendo ya un sendero de tierra entre numerosos viñedos llegamos hasta la Laguna de las Cañas, un espacio protegido para descanso de aves migratorias, pero la "pertinaz sequía" había hecho estragos... y ni laguna ni aves migratorias... un secarral lleno de arbustos y ni una gota de agua. A poca distancia había un pinar justo al borde de unos campos de cultivos en barbecho. Aquella era la única sombra que habíamos visto desde la salida de Viana, y Esperanza propuso detenernos junto a los árboles y comer los bocatas, y como no hubo oposición, así lo hicimos. Nos desviamos del sendero unos centenares de metros hasta el bosquecillo, dejando caer nuestros cansados culos en aquel pinar sobre unas matas de hierbas resecas. No era el mejor sitio para comer pero al menos estabamos a resguardo del sofocante sol.
Empezamos con la comida viendo como iban desfilando los peregrinos por el camino, y cuando ya estabamos en los postres, a lo lejos vimos como en Sansol, de nuevo a los dos peregrinos franceses ataviados con sus pañuelos palestinos, y de nuevo, a voz en grito los saludé con el "Salan al i kum" de por la mañana, y reconociéndome me devolvieron el saludo. Algo mas tarde, tres jovenes caminantes, uno de ellos con una especie de pluma altísima prendida de su sombrero aparecieron a lo lejos. A medida que avanzaban fuimos reconociendo por la forma de andar o cojear a nuestro Rafa, que se había agrupado a aquellos dos jóvenes, creo que mexicanos o portoriqueños.
El almeriense sin duda iba buscando nueva compañía para continuar la ruta, consciente de que tanto a los vascos como a mi mismo nos quedaban pocas horas para abandonar el Camino.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ya no me acordaba de la despampanante camarera, gracias, de verdad compañero, gracias.