Tras descansar un rato en el albergue, y saber por el hospitalero que aquel día Los Arcos estaba de celebración especial por un tema relacionado con la vendimia, nos encaminamos por el Portal de Castilla, el arco de la muralla, hacía la plaza y la iglesia de Santa María. Por fuera la iglesia, con sus recias y anodinas paredes, salvo por la entrada porticada, no hacía presagiar lo que nos ibamos a encontrar en su interior.
Nada mas entrar nos encontramos con una riqueza artística y arquitectónica fuera de lo común. De lo segundo, pronto nuestro amigo Rafa fue explicándonos los diferentes estilos que se conjugaban en aquella seo. Parte románica, parte gótica y finalmente barroco, todo se entremezclaba armoniosamente dándole al conjunto un toque acogedor. Admiramos el abigarrado retablo del Altar Mayor, el organo rococó, su imponente sillería arriba en el coro, donde había una pequeña exposición de elementos liturgicos de diferentes siglos, e incluso Esperanza y Javier tuvieron oportunidad de subir hasta el campanario.
Resultó que la celebración de aquel día correspondía a un tradición de quinientos años, que llevaba 50 sin producirse. Y precisamente aquel día, en el momento en que nosotros estabamos allí, volvía a reinstaurarse. Como dije, tenía que ver con el final de la vendimia, y se permitía a los habitantes de la localidad tocar las campanas de la iglesia. Esperanza que se apunta a un bombardeo, es machacona y cualquiera le dice que no, consiguió voltear las enormes campanas como si estuviera empadronada y sensada en el pueblo.
Ademas, Los Arcos, al igual que Viana y otras localidades de la zona, durante los siglos de la dominación musulmana había recibido de zonas de las dos Castilla, Andalucia y resto de territorios asolados por los moros, infinidad de reliquias con el fin de preservalos de las razias de las huestes sarrazenas, con lo que se conservaban en aquella iglesia mas de un centenar de ellas pues, trás la reconquista, varios siglos después, no las devolvieron, o nadie quedaba que pudiera reclamarlas.
Una de aquellas reliquias, tal vez la mas importante era un Lignus Crucis, una astilla de la cruz de Cristo. No entraremos a valorar la cantidades de cruces que podrían formarse juntando todos los lignus crucis que por el mundo están repartidos, todos con sus sellos de autencidad. Tal vez varias decenas de cruces. Lo importante es que allí estaba expuesto a la veneración de los fieles uno de ellos, y la Mayordomía de la Vera Cruz de Los Arcos, todos vestidos con su uniforme de gala, celebraba su día grande también aquella tarde, con una misa solemne, una procesión por el interior del Clausto y mas tarde con un vino de honor también en el claustro, gótico flamígero según apuntaba Rafa, el experto en Historia del arte.
Esperabamos el inicio de la misa, admirando los techos de madera y yeserías pintadas, atendiendo a las nunca pagadas explicaciones del almeriense, cuando vi al cura meterse en el confesionario. Tal y como me sucediera en la Catedral de Santiago, tal y como le aconteció a Saulo, mas tarde San Pablo, camino de Damasco, me vino en aquel momento la vena religiosa y sentí la necesidad de confesar todos mis pecados... pero todos, eh... y comulgar en la misa.
! "Puntos" que le dan a uno de cuando en cuando ¡ A todo esto... sin saberme la Salve despues de haber dispuesto de todo un año para aprendermela, desde aquella noche en que mis amigas Inma, Angustias y Mari habían tomado como suya la penitencia que me había impuesto el cura con prisas de la Catedral.
viernes, 1 de febrero de 2008
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1 comentario:
Que verguenza, no haberte aprendido el salve, todavía,que verguenza. Por lo menos podías ser discreto y no ir por ahí diciéndolo.
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