El mas raro de los reencuentros con los compañeros o conocidos se produjo a al mes de mi regreso. Creo haberlo relatado ya en una entrada anterior, pero volveré a contarlo, pues creo que tiene su punto de curiosidad.
A la altura de Calle, un pueblecito de la provincia de la Coruña, un peregrino anonimo me ayudó a colocarme el poncho cuando caían unas gotas de lluvia mientras andaba. Prácticamente no cruzamos palabras, salvo para darle yo las gracias por la ayuda y él para despedirse. Luego, ya en Santiago, y mas concretamente en el hotel en que me hospedé, resulto que teniamos habitaciones contiguas y volvimos a vernos fugazmente y cruzarnos los pertinenetes saludos.
El dia 14 de Octubre de 2005, mi mujer y yo acudimos a la boda de una compañera de despacho de MªDolores. Una de las jovenes abogadas del despacho se casaba y acudió el despacho entero a la celebración, entre ellos uno de los abogados socio del bufete, con el que coincidimos de compañeros de mesa. En un momento dado, en el que comentaba que hacía poco había vuelto del Camino de Santiago, entré en la conversación para decirle que yo también acababa de volver de allí. Nos quedamos mirandonos durante unos segundos, y casi a la par caímos en la cuenta de que nos conociamos de aquel tramo por Galicia. Aquella persona era el joven que me auxilió en Calle y que mas tarde durmio en la habitación al lado de la mia en el Aire Nunez.
Una increible casualidad hizo que me reencontrara, donde menos me lo esperaba, con una persona con la que compartí solo un par de minutos en el camino, un minuto en cada ocasion, pero habían bastado para que quedara grabado tanto en mi memoria como en la suya el incidente. Puede parecer una banalidad sin la mayor importancia, pero para ambos fue un momento emocionante, el volver a vernos y por fin conocernos, y que las vueltas de la vida y las casualidades nos hubieran reunido de nuevo a los dos.
Ni que decir tiene, que el gesto de Rafa Ballester, que así se llama mi buen samaritano, da una muestra del espíritu de compañerismo que suele reinar en la Ruta, un espíritu de ayuda desinteresada al compañero de fatigas en apuros, sin importar la naturaleza o condición de las personas. Y una muestra mas de la grandeza del Camino, que muchas veces consigue cosas imposible en otros órdenes de la vida, como es que ínfimos detalles que en cualquier otro momento quedarían olvidadas al segundo, allí, inmersos en esa dura aventura, ese aprender cada día una cosa nueva de otras personas o de uno mismo, esa mezcla de misticismo arte y naturaleza pura, cualquier pequeño detalle alcanza categoría de importancia.
Rafa Ballester marcha al camino a la menor oportunidad que tiene, incluso en escapadas de solo dos o tres días. Le ayudan a desconectar del stress del trabajo y como válvula de escape a la tensión acumulada del día a día.
viernes, 22 de febrero de 2008
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