viernes, 8 de febrero de 2008

Toboganes hasta Viana

Cuando salíamos de Torres del Rio, ya de nuevo reunificados, recibí una de las diarias llamadas de MD. En ella mi señora me informaba de que en el último libro de Miguel Delibes, La tierra herida escrito conjuntamente con su hijo, el escritor vallisoletano siempre amante de la naturaleza, el campo, la caza y la pesca, y especialmente sensibilizado con los problemas de la ecología y los derivados del tan cacareado cambio climatico, hacía un sesudo repaso del problemadel medio ambiente en España, y en una de sus paginas, la 69 concretamente, nombraba a mi cuñado el meteorologo alabando el último libro de este y el trabajo que desarrolla en su Catedra de Climatología Regional de la Universidad de Alicante. Transmití a mis compañeros de viaje tal efeméride, a mayor gloria de Jorge y exaltación del ego de MªDolores, su hermana.
Ya decididamente inmersos en un mar de cepas de uvas... se notaba que nos acercabamos a La Rioja, y con Esperanza haciendo acopio de algún que otro racimo para los postres de nuestros almuerzos, y para compensar el peso de su bolsa de endrinas, que llevaba a cuestas desde hacia mas de 5 días, avanzabamos aduras penas por un continuo sube y baja, una montaña rusa pedregosa y polvorienta, que nos iba machacando las piernas. Los mas enteros, Javier y Miguel, este exultante y mas hablador que nunca, señal de que le había sentado bien el madrugón de la mañana. Yo charlando con Esperanza, o mejor dicho, yo atendiendo a sus comentarios ya que ella cuando se ponía a hablar no dejaba al resto colocar ni una frase. Y Rafa, con pocas ganas de chistes aquel día quedandose poco a poco atras pero a su ritmo.
Pronto pasamos por precioso pinar y nada mas salir de él por la ermita de la Virgen del Poyo.
Los toboganes fueron una constante hasta las proximidades de Viana. Fueron diez kilometros, que realizamos en mas de 2 horas, realmente agotadores y algo aburridos, sobre todo cuando cruzamos una zona de barrancos que le daban a la ruta un aspecto desolador y solitario.
Llegada a Viana con cruce peligroso de la carretera a la altura de unos inmensos silos y, como no, subida hasta lo mas alto del pueblo, por calles empinadas y con poco tráfico. Cuando alcanzamos la calle Mayor y la plaza de los Fueros, vimos los innumerables palacios barrocos y casas blasonadas con preciosas balconadas de hierros forjados, que le daban a la localidad ese aspecto de regio abolengo que solo las ciudades con historia pueden tener. Mucha gente por las calles e infinidad de peregrinos que, o bien elegían Viana como final de etapa, o se daban un merecido descanso a mitad de una etapa de 29 Kms. si como nosotros seguían hasta Logroño.
Cada uno se dedicó a lo suyo. Miguel a charlar con unos jubiletas que tomaban el sol en la plaza. Esperanza a comprar pan y otras vituallas para dar de comer a "su prole". Javier y yo inmediatamente a visitar la Ex-colegiata de Santa María de Viana. En cuanto a Rafa, una vez hubo llegado, se dejó caer en los bancos de piedra que rodeaban el exterior de la Iglesia y allí se quedó acurrucado en posición fetal.
De Santa María decir que era una seo impresionante. Grande, cuidadisima, luminosa, con mas de once capillas todas ellas dedicadas a sus correspondientes santos o virgenes, y algunas claramente procesionales en la Semana Santa. Con estas últimas me interesé especialmente dedicándoles mas tiempo, como cofrade de una hermandad, como secretario y Costalero del Trono del Cristo de la Caída en Alicante, siempre estoy atento a como se desarolla la Semana Santa en otras localidades, para conocer, aprender y tratar de descubrir alguna cosa interesante que poder aprovechar e incorporar a nuestra propia estación de penitencia del Jueves Santo.
Compré el libro de aquella iglesia, casi catedral, hojeándolo por encima, y tras rezar una corta plegaria salí de nuevo al exterior con Javier. Al hacerlo reparamos justo en la puerta de entrada en una lápida de marmol blanco con inscripción. Sin duda el lugar de enterramiento de un personaje ilustre. Desconocedores de la Historia, habíamos entrado, incluso pisándola distraidamente, sin fijarnos que aquel mismo sitio había sido la sepultura de uno de los personajes mas distinguidos y atractivos, enigmaticos y también de los mas controvertidos, del siglo XV. En aquel momento, y desde aquel lugar viendo a Rafa en un estado lamentable, roto, casi muerto, solo se me ocurrió pensar que era buen sitio para enterrarlo caso de producirse el fatal desenlace que su postura y expresión facial hacían presagiar.

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