Y quedamos ayer a las puertas del bar El Pajaro, justo a la entrada a Villafranca y lugar de parada de numerosos camiones de transporte de mercancias, antes o después de pasar por el Puerto de la Pedraja. Entré en el acogedor restaurante y mi vista fue directamente hasta el mostrador donde sobresalian entre otras muchas tapas, unos enormes panes y roscas ya rellenos con embutidos, que los camareros cortaban a la medida de cada cual. Una pareja se levantaba de una mesa junto a la ventana, momento que aproveché para hacerme con ella. Me pedí no menos de 20-25 centimetros de bocata de jamón con queso y un gran tazón de café con leche. El mundo se veía de mejor color con el estomago lleno y en un calido ambiente. Apenas las diez de la mañana, y ya con la mitad de los 24 Kms. de la etapa de aquel día realizados. Pensaba que tenía todo el tiempo del mundo, y desde la especie de atalaya que suponía la ventana, me entró la vena poética y pasé mi tiempo escribiendo notas para mi diario y descansando. Pedí unos nuevos centimetros de bocadillo, pagué mi consumisión y ya en la puerta dispuesto a salir, me encontré con el peregrino mas extraño (y he visto ya algunos) y a la vez mas fascinante de mis periplos por la ruta. Pablo, el más que peregrino, penitente polaco, se ha hecho conocido de todos nosotros por las fotos que ya en otras ocasiones he incluido aquí. El ver a aquel tipo barbudo y de pelo largo, con su traje de tela de saco y su sayón oscuro, sus sandalias, cargado con su cruz de madera en brazos, en la que podía apreciarse, pegada junto a la cabeza del Cristo una fotografía del Papa Juan Pablo II, paisano suyo, fue una imagen cuanto menos impactante y que difícilmente se pueda olvidar.
La primera impresión era la de estar delante de un auténtico Ecce Homo. Pasado el primer impacto, uno pensaba que estaba ante un loco o un gracioso con ansias de notoriedad. Pero cuando uno contactaba, que no hablar pues desconocía el castellano, podía ver que a aquel tipo le movía un sincero espiritu de penitencia y espiritualidad. Que su Camino sí era una auténtica peregrinación de motivación religiosa. Prueba de ello, es la nueva foto que muestro, tomada unas horas después en el Monasterio de San Juan de Ortega, donde Pablo ajeno a visitas turísticas, codazos para tomar sitio en el albergue, cervecitas en el bar, simplemente buscó un sitio escondido, apartado, recogido, sin notoriedades, para dedicarse a la oración junto al mausoleo del Santo.
Lo ví entrar aquella mañana en El Pajaro, y la curiosidad me empujó a seguirlo. Acupó calladamente una silla en una mesa, pidió en la barra que le sirvieran solo un vaso de agua caliente, y de su mochila sacó una bolsa con una especie de sucedanéo de café o achicoria. Supuse que debía ser alguna marranada típica de su país, y viendo poca sustancia en aquel brebaje, le pregunté por señas si quería comer algo. Me comprendío enseguida... tonto no era, y seguro que ya había reparado en las roscas de la barra, pero me hizo signos de que andaba corto de dinero,... como dando pena. Y como si fuera Navidad, le invité a unos "centimetros" de jamón y queso, que el agradeció con movimientos de cabeza. No llegué a ver a MªCarmen y Luis Angel, pues debieron aparecer por allí después de mi partida, pero me dice que ellos le invitaron mas tarde a un buen café con leche, con lo que el artista debió quedar contento y satisfecho.
A los que sí vi entrar y sentarse en la barra, fue a mis dos coleguitas canarios y a su alemana. Cuando fui a saludarles, ellos a su vez, tras pedir sendos vasos de leche caliente, estaban sacando una bolsita en la que tenían el típico gofio canario. Otra marranada, esta nacional.
Mas de una hora descansando, me hicieron pensar en lo que aún me restaba por andar hasta San Juan de Ortega. Salí del bar no solo reconfortado físicamente, sino también anímicamente por el momento tan especial vivido entre aquellas cuatro paredes, que no solo me habían inspirado poéticamente con las lineas del diario, sino también una vena caritativa que desconocía en mi.
3 comentarios:
Buenos días:
Ahí tenemos a Pablo en San Juan de Ortega. ¡Menudo peregrino!. No tenía dinero pero, entre todos le ayudamos. Aquella especie de café que se tomaba era en una tartera de plástico. Gracias al bocata de jamón de Alberto y a la torta de chicharrones nuestra, era digno de verle caminar. Nos adelantaba a todos, como si fuera un gamo.
Ahora después de leer hoy tu blog, he comprendido por qué no me viste en El Pájaro. Estabas más pendiente de tus centímetros de bocadillo de jamón que de otras cosas.
Lo que se pierden los canarios con el gofio.
No aparecimos después de tí, estábamos al mismo tiempo. Sigo diciendo ¡que malo es el hambre en el Camino! y que mala la salida de Villafranca, pedazo de repecho.
Besos
A m� Pablo, en la foto que has puesto, me recuerda a Cristofer-Carlos Jes�s, el amigo aquel de C�rdenas, en los v�deos aquellos de getas, enga�abobos y vividores. Pero no quiero decir con eso que �l lo fuera, a lo mejor es verdad que ha visto la luz o ha sufrido una aprici�n mariana o abusa del pegamento.
A MD, perdona, no había visto tu comentario de la paella, de hace un par de días, pero no hay problema. Solo ponle fecha y allí nos plantamos mi barriga y yo.
Quizás algún día podamos organizar un Camino de unos cuantos días y echar unas risas, entre los habituales de este blog, pero es posible que parezcamos, más que peregrinos, un circo.
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