Y por fin llegó el sábado 3 de Marzo 2007 y la segunda etapa de aquel año, de 20 kms. entre Orito y Elda... y ahí me tenéis, con gesto muy torero, recién bajado del autobús para iniciarla.
Antes de ello, y como casi siempre me pasa... todo tipo de problemas... primeramente me perdí la etapa de Alicante a Orito, aunque no sufrí mucho ya que me ahorraba el tránsito por el basurero realizado un par de meses antes. Luego el tener que bajar a Alicante en horario de trabajo para la inscripción y previamente encontrar aparcamiento. Porque ya estaba despejada una de aquellas dudas que me preocupaban... la logística del transporte. La Asociación se encargaba de programar las salidas por las rutas y etapas señalizadas y organizar mediante monitores a los asistentes a las excursiones. Pero el Ayuntamiento era quien patrocinaba los eventos disponiendo los autobuses que nos llevaban al punto de salida y que nos recogían al finalizar la etapa para, de nuevo, devolvernos a Alicante. Sin embargo, y a pesar de inventos como el teléfono, el fax o internet, las inscripciones debían realizarse en persona, en vivo y en directo, para tras un sorteo, y de haber sido admitido si se cubría la totalidad del aforo del bus, confirmar la asistencia, esto ultimo y afortunadamente por teléfono.
Los días elegidos para las excursiones, un sábado de cada mes entre Febrero y Junio, y los puntos de salida de los autobuses, casi siempre a las 8 de la mañana, eran la Plaza de Toros y la Estación de Renfe. Los excursionistas habíamos de llevar, a parte de la indumentaria apropiada, solamente nuestras bebidas y vituallas para almuerzo y comida.
Con lo que aquel primer sábado, acompañado de mi hermana Isabel que aún tenía fresco en la memoria sus etapas por Navarra, aún receptiva a este tipo de saraos, y tras un corto viaje, desembarcábamos en Orito con algo de fresco pero muy animados y dispuestos.
Cada año, las primeras etapas cuentan con una asistencia masiva de peregrinos, para una vez que la ruta se va alejando de la capital, disminuir el numero de asistentes, quedando solo los verdaderamente enganchados e incondicionales. Aquel día en Orito el bus estaba al completo y una 55 personas, mas los miembros de la Asociación, iniciamos nuestra andadura por la villa de San Pascual Bailón, primero por sus simpáticas calles, luego con la visita a una pequeña ermita casi en la salida del pueblo, y enseguida a caminar, nosotros dos, puesto que no conocíamos a nadie, aún, hablando y rememorando anécdotas sucedidas durante nuestros periplos por el Camino Francés, siempre en cabeza del pelotón, entre el paisaje repleto de viñedos propio de esta zona, hasta alcanzar Monforte del Cid, donde se estableció una primera parada técnica para reagrupamiento.
El variopinto grupo con el que andábamos estaba compuesto por gentes de todas las edades, la mayoría entre los cuarenta y los sesenta años. Muy pocos eran socios de Los Amigos del Camino pero aprovechaban, con muy buen criterio, las ventajas ocupacionales que disponía el Ayuntamiento en cuestiones de cultura y ocio para los ciudadanos, lo que redundaba en un bien para el Camino a Santiago del Sureste, sin duda necesitado de apoyos, publicidad, conocimiento y divulgación de su existencia para una adecuada implantación del mismo, como sucediera con los Primitivo, de la Plata o del Norte.
El ambiente parecía agradable y la gente muy simpática, pero eran las nueve y media de la mañana y me hacía falta un café para que todo fuera perfecto. Ni cortos ni perezosos, mi hermana y yo nos separamos del grupo que descansaba esperando a los rezagados y nos encaminamos hasta un bar donde volvimos a entrar en calor. En aquel corto trayecto hasta encontrar el bar vimos como en algunas fachadas de las casas la Asociación, en lugar de señalizar con flechas, había colocado azulejos con señales de la dirección correcta. Un gasto que debía salir de las cuotas de los socios, pero que me pareció una de las mejores formas de dispendio por su utilidad y originalidad.
Cuando acabamos nuestros desayunos y quisimos volver con el grupo, nos dimos cuenta que este había continuado la marcha y nos había sobrepasado. Seguimos las flechas y señales hasta la salida de Monforte y vimos a lo lejos la cola del grupo sin mayor problema. Pero cuando la monitora que marchaba en cola reparó en nosotros, nos esperó para, una vez a su altura, echarnos a los dos hermanos una pequeña regañina. Desconocíamos que en estas marchas la gente no podía andar a su bola, como sucede en el Camino, y que el grupo debía guardar cierta organización sin posibilidad de que los peregrinos camparan a sus anchas. Lo comprendimos inmediatamente, e iniciamos una pequeña charla con aquella mujer, de nombre Tere, y con su cuñada llamada Bárbara, o Berín como la llamaban sus amigos. Fueron los primeros conocidos de aquellas excursiones, y desde entonces inseparables y muy buenas amigas. A tal punto que actualmente ya las etapas no son lo mas importante. Lo importante es disfrutar de la compañía y amistad de estas y otras muchas personas, conocidas gracias al Sureste y a la Asociación
1 comentario:
Hola Alberto.
Sí no hay nigún problema (que espero que no lo haya, vamos no tiene por que), espero que el sábado 7 de junio comamos juntos un arroz en San Juan y espero conocer al amigo Gambín y familia.
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