Aquel paisaje que nos encontramos en medio de aquel pequeño bosque fue un verdadero bálsamo para nuestros maltrechos espíritus. El viento entre las hojas de los arboles competía con el canto de los pajaros y las chicharras. Hasta el rumor del agua nos acompañó por el paseo, cuando atravesamos un riachuelo flanqueado por espigados chopos, dando por añadidura un pequeño momento de frescor a nuestros acalorados cuerpos debido a la extenuante marcha. Tal vez pueda parecer al leer estas lineas, y ver la foto con que acompaño la entrada, que dibujo un cuadro bucólico, lleno de paz y quietud. No es que me haya dado de repente por la poesia. Y sin embargo así habría debido ser si no hubiéramos llevado en las piernas a esas alturas del día mas de 18 kms, aún nos faltaran mas de 6 para acabar la etapa... y yo no hubiera sentido aquel penetrante dolor en la muela. Aún no era cuestión de llamar al 112 o a Salvamento Marítimo... la cosa todavía podía ser tolerable, pero me iba fastidiando cada vez mas.
Para mas contrariedad, ante nosotros se extendía una nueva bajada que llegaba hasta una vaguada, que una vez superada nos haría de nuevo subir una loma... y además los arboles y bosques se habían acabado definitiva y desgraciadamente por aquel día, pues una vez alcanzada la cúspide de la montañita, un paisaje muy distinto se ofrecía a nuestros ojos. Un paisaje extensísimo, yermo y sin vegetación, casi desolado después de haber disfrutado minutos antes de tanto verde y tanto árbol.
Desde arriba eché la vista atrás para ver por ultima vez los bosques que acabábamos de atravesar, que se extendían por una zona mucho mas grande de lo que nos podíamos imaginar mientras lo cruzabamos. A nuestra izquierda, por un lugar alejado de por donde discurría el Camino, un peculiar paisaje sobresalía de entre tanto verde. Como si nos encontráramos por la zona de las Ménsulas, una gran parte de las laderas de un monte ofrecía el mismo aspecto desértico y a la vez de formas curiosas que esa mítica comarca leonesa adquirió tras siglos de trabajos mineros de los romanos en busca del abundante oro que escondían aquellos montes. De esta manera las pequeñas montañas adquirieron un extraño aspecto lunar pues desde entonces allí no crecen ni árbol ni flor, como una especie de queso gruyere, un terreno totalmente horadado y cubierto de infinidad de diminutas cuevas.
Salí de mis ensoñaciones y mis particulares clases de historia. Una larga recta se perdía hasta el horizonte. Y justo en ese momento a Esperanza le entraron ganas de.... ! Bueno, le entraron ganas a secas... no entremos en detalles ¡ Continué andando para otorgar la necesaria intimidad a la amiga, y ya solo, fijé como punto de referencia una extraña torre que se veía muy a lo lejos, donde me detendría para fumarme un cigarrillo.
Una vez alcanzado aquel absurdo "totem" en mitad de la nada, reparé en que se trataba de la señal de un vértice geodésico, señal de registro y observación por parte del Instituto Geográfico Nacional. Me vino inmediatamente un sentido recuerdo hacía mi cuñado Jorge, Catedratico de Geografía Regional y Director del Centro Meteorológico de la Universidad de Alicante. Lo que me recuerda ahora que en breve deberé hacer aquí, en esta bitácora, especial proselitismo del blog que semanalmente escribe en la Revista Quo, ya que MD me lo ha reclamado enardecidamente en varias ocasiones.
De nuevo con los vascos y acabadas las micciones (y otras cosas que no vienen al caso) de la donostiarra, continuamos de nuevo la marcha en grupo. Frente a nosotros el extenso horizonte se acababa con una enorme cordillera, sin duda la Sierra del Teleno y el final de los Montes de León. Sin embargo nada en el programa decía que hubiéramos de hacer alpinismo. En cambio mi guía indicaba que nos faltaba poco para llegar a Astorga... ¿donde estaba pues el puto pueblo?
De pronto el sendero giró bruscamente ciento ochenta grados y nos vimos atravesando un extenso páramo que parecía no llevar a ninguna parte. Recuerdo que me llegaron ramalazos e imagenes en la mente de aquella mañana, a pocos kilómetros de Burgos, cuando atajabamos MªCarmen, Luis Ángel y yo, por las cercanías de la capital burgalesa sin saber si llegaríamos o no. Pero de pronto observamos el movimiento del tráfico en una carretera a lo lejos, y de como nos dirigíamos hacía ella. Un poco mas tarde, y de nuevo tras un giro en nuestra ruta conseguimos ver en la distancia el famoso Crucero de Santo Toribio, e incluso adivinar mucho mas lejos aún lo que creíamos que era la ciudad de Astorga. ! Ni frío ni calor ¡ Mas bien cansancio y yo, sobre todo, un dolor en la muela que me enviaba malos presagios y negros nubarrones para mi continuidad en la ruta.
viernes, 16 de enero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
bueno bueno , hoy me toca , cervecita , en el barecito , con Tio Alberto , que guay , charla profunda y a la vez divertida sobre los secretos del cosmos , la vida y el jamon de mono de los baretos de mi barrio. y OLE.
Espero que el vecino , ya tenga la musica de la cancion casi a punto y que el peregrino , se monte unas estrofas (poco dignas pero divertidas , que yo destrozare , con esta bonita y carraspera voz , que dios me ha dado) , venga animo el experimento promete
Publicar un comentario