jueves, 29 de enero de 2009

Sube y baja.

Mi propuesta de siesta echada a perder y mi frustración anidando en mi animo. Y todavía podía ser peor... porque tal y como comentaba MªCarmen hace unos días, el albergue siendo coqueto, pintadito de rosa como una casita de muñecas, tenía una trampa escondida en su interior... unas escaleras penosas de subir. Estábamos hospedados en la segunda planta, con lo que pesadamente subimos a nuestros cuartos a por las ropas sudadas. Bajamos de nuevo hasta la baja, para acordarnos allí que los lavaderos estaban situados una planta mas abajo. Las dos lavadoras y la secadora estaban rodeadas de una infinidad de peregrinos que esperaban turno. Aquello era una lucha sin cuartel por coger sitio, con lo que la previsible opción de perder nuestra tarde peleándonos con extranjeros por el turno de la colada, o de ver como daba vueltas el tambor del aparato como todo espectáculo, decidimos lavar a mano... pero ! Ay, qué risa ¡ !! No he bajado el jabón lagarto...¡¡ Con las piernas hechas fosfatina, con el cocido maragato aún bamboleándose en mi interior, con el sopor que siempre entra tras una comida copiosa, con mi frustración a cuestas... de nuevo tres pisos para arriba.
Como todo lo que sube, baja inexorablemente... de nuevo tres pisos para abajo, para ya definitivamente ponerme a fregotear la ropa como una "Mariquita Perez cualquiera".
Colada hecha y... ! ay, qué risa ¡ !! No cogí suficientes pinzas para tender ¡¡ Con lo que las ultimas prendas quedaron colgadas según cayeron sobre la cuerda sin mas sujeción. La terraza donde tendimos tenía unas vista soberbias y la gente hacía tiempo tomando el sol, escribiendo o charlando en grupitos. Nosotros tres hicimos otro tanto, comentando lo que haríamos mas tarde en la visita turística a la ciudad. Luego pasamos a preparar la etapa del día siguiente, pero como yo no llevaba encima la guía del camino (mis dos vascos, conmigo, nunca han necesitado apuntes de las etapas pues confían en mis dotes organizativas)... tres pisos para arriba nuevamente para hacerme con ella... y vuelta a bajar.
Una hora después, ya con todo programado y estudiado en cuanto a intendencia y con la ropa ya seca... pues... !! Sí,... habéis adivinado ¡¡... para arriba de nuevo a dejar las prendas y coger el jersey... y otra vez abajo hasta la calle... Fue en ese momento en que caí en la cuenta del porqué las monjitas habían abandonado aquel convento... PORQUE NO HABÍA ASCENSOR...COJONA !!
Me las imagine, ya ancianas y castigadas por tanto rezo, subiendo, bajando, volviendo a subir cada vez que llamaban a maitines, a cuartas, a nonas, a vísperas, a comer, a cenar, a merendar... a tomar por culo con el convento (debieron pensar y luego confesarse)... que nos pongan un ascensor o nos vamos a otro, y sí no... se lo dejamos a los gilipollas peregrinos y que arreen ellos.
Y así se hizo. Solo los peregrinos quedaron en la casona rosa, subiendo y bajando todo el día... y yo desgraciadamente era uno de ellos... y por mi mala cabeza, uno de los mas activos en eso de subir y bajar. ... Uno de los mas gilipollas... de los que mas subían... vamos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por fín!!!!!!!!!

He conseguido poder hacer un comentario de prueba en el blog de MD.